domingo, 4 de marzo de 2012

El Movimiento Familiar Cristiano de nuestra ciudad cumple cuarenta años. Es decir nació en 1972, poco después del Concilio Vaticano II, de Mayo de 1968 y en plena decadencia física de Franco. Pero entonces como ahora, siempre hay gente que desea tomarse en serio a Jesucristo “Camino, Verdad y Vida”, y hace de su seguimiento el motivo central de su vida. En aquel año, una serie de jóvenes matrimonios decidieron apoyar su fe, ingresando en el MFC, un movimiento que se les presentaba como familiar, laical y eclesial, para ser ayudados y ayudar a otros matrimonios en la vivencia de la fe.
Indudablemente la Sociedad ha cambiado mucho en todos los aspectos, no siempre para bien, pero desde luego tampoco siempre para mal. La legislación civil apoyaba a la familia, a veces desacertadamente, y todavía faltaban unos pocos años para que las mujeres viesen reconocidos algunos derechos que hoy nos parecen elementales. Pero es indudable, que especialmente en los últimos años, hemos asistido a dos fenómenos muy negativos: uno, de una legislación antifamiliar, anticatólica y antiderechos humanos; el otro, la descristianización de nuestra Sociedead y sus consecuencias en la vida familiar.
Hoy se cuestiona la naturaleza misma del lazo conyugal. El matrimonio se ve afectado por una sociedad egoísta donde los valores espirituales, como el amor permanente, están ausentes. El Estado tiene que proteger la familia y la estabilidad del matrimonio, cosa que no sucede con la ley del divorcio exprés, así como la ley del matrimonio homosexual trata de pulverizar la concepción del matrimonio que siempre ha sido en nuestra civilización una unión heterosexual. La ley del aborto apoya la destrucción no sólo de la vida del feto dentro de su madre, sino que también consigue destrozar la vida de la mujer. Y por último recordemos que se quiere negar a los padres el derecho a educar a sus hijos, para quedarse con él los caraduras que intentan adoctrinar a los niños contra la voluntad de los padres.
El segundo gran problema actual es la descristianización de nuestra Sociedad. Cuántas veces he oído a padres y madres profundamente cristianos quejarse de que sus hijos han perdido la fe y no quieren saber nada de la Iglesia. Indudablemente el ambiente es profundamente antieclesial. La gente sólo sabe que el Estado paga a la Iglesia y no tiene ni idea de los miles de millones de euros que los católicos ahorramos al Estado. En estos momentos de crisis económica, con nuestros comedores populares a tope, no puedo por menos de recordar lo sucedido en Alemania cuando por primera vez después de la guerra los socialistas llegaron al poder y discutieron si quitaban a las Iglesias las obras de beneficencia para encargarse ellos. El resultado fue un comunicado en el que decían que el Estado alemán no tenía dinero suficiente para hacer la tarea que con muy poco dinero hacían las Iglesias.
En esta situación, ¿sigue teniendo sentido el MFC? Para mí la respuesta es ciertamente un sí. El MFC realiza una gran tarea con sus propios militantes, ayudándoles a mantener y mejorar su vida cristiana. Pero esto sucede no sólo dentro del Movimiento, sino también fuera, porque hay muchas obras eclesiales que son realizadas, sostenidas y mantenidas por los militantes del MFC, que son quienes las hacen posibles. Y con respecto a los que vienen detrás nuestro y que no han seguido el ejemplo de sus padres, es evidente que la oración y el testimonio de éstos es visto y escuchado por Dios y con frecuencia sus efectos se notan después de muchos años, pero se notan. Decía Juan XXIII que el verdadero jefe de la Iglesia era el Espíritu Santo. Cuando nos sintamos descorazonados pongamos nuestra confianza en Dios. El MFC es nuestra guerra, pero mucho más la suya. Si procuramos vivir una vida de oración, podemos estar seguros, que nuestra esperanza en Dios no se verá defraudada. Hoy que tanto se habla de brotes verdes, el MFC y tantos otros movimientos familiaristas, son sin duda alguna una esperanza de la Iglesia. Y recordemos que para fundar y lanzar a su Iglesia, a Jesucristo le bastó con doce Apóstoles, en realidad Once. Hoy somos muchos más. La esperanza es una virtud teologal y, como tal, está presente y estará siempre presente en la Iglesia y en el MFC.

Pedro Trevijano

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