lunes, 2 de abril de 2012

La Pascua de Jesús. Invitación a la alegría.

Juan 20, 1-9. Él había de resucitar de entre los muertos.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Pascua es la fiesta del gozo y de la alegría. Y nuestra religión cristiana es una religión de alegría. Cada uno de nosotros es un mensajero de esa alegría cristiana. Sí, Cristo nos ha hecho depositarios de su gozo y alegría pascuales. Pero, ¿qué hemos hecho nosotros con ese gozo?
Me parece que encuentra escaso eco en nuestro corazón. Corazón un tanto indiferente y duro. Somos bastante rebeldes a la alegría y a la felicidad de Pascua. Quizás nos sentimos menos acreedores al gozo por nuestro sentido de culpa. Somos más dados a la compasión con el que sufre (el Cristo de la Pasión) que a compartir el gozo del que triunfa (el Cristo resucitado). Tal vez lo segundo requiere mayor delicadeza de alma y más elegancia espiritual. De todas formas, algo hay en nuestra vida que tal vez debiéramos reconsiderar.
¡Cristo ha resucitado! Y parece que, con esta afirmación, se hubiera acabado todo. La resurrección de Jesús y sus efectos de triunfo, de gozo y alegría tienen que llegar hasta nosotros, igual que nos sentimos solidarios con Jesucristo en su Pasión y en su Cruz. ¿Ya no podemos hacer nada por Él, una vez resucitado? Vaya si nos queda: es la era del testimonio exultante. Es el momento de gritar a los hombres los horizontes de esperanza que nos abre Cristo resucitado. Es la hora de tomar el relevo a María Magdalena y a los demás discípulos como testigos de la Resurrección. ¿Lo hemos sentido muerto y resucitado? Pues salgamos ahora a decir con toda la alegría de nuestro corazón: “¡Cristo vive!”. “¡No está en el sepulcro!” “¡Ha resucitado!”. “Alegraos, cristianos y contagiad a los hombres el gozo de vuestra bella esperanza”. Y, de paso, mirad a ver si encontráis mayor motivo de esperanza que la Resurrección del Señor Jesús.
Muy feliz Pascua florida a todos los matrimonios y familiares del M.F.C.

Isidro Jiménez, cmf.

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